Microtextos. Dinosaurios.

Presentación

Desocupados lectores, bienvenidos a Microsaurios.

Este desea ser un espacio para encontrar más que para buscar. Tesoros encontrados, pequeñas piezas de artesanía literaria que he tenido la suerte de leer y con las que he sentido el deber de compartir.

Cada uno de estos textos son minúsculas obras de autores desconocidos, autores que únicamente publican en Internet.

Si tienes un blog, una web, un portal o una revista digital en la cual publiques tus textos y te gustaría compartir alguno, envíame un mail a: microsaurios@gmail.com

Sin más, os dejo con los textos.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Sobre los secretos de alcoba

De novios, a él le ponía que ella le tirara del pelo cuando follaban; ahora que comienza a caérsele, no sabe cómo hacer frente al terror que le da que le arranque los pocos que le quedan para disimular las entradas. Cuando le toca el pelo le corta el rollo. De novios, a ella le excitaba que él la agarrara de las nalgas cuando lo hacían; ahora que se encuentra el culo gordo, le baja la libido cuando se lo amasa. Cada sábado de madrugada sin falta despiertan a los vecinos de la comunidad, hacen aullar a los perros, saltan las alarmas de las entidades bancarias en un falso éxtasis, para acabar cuanto antes con aquella agonía, aquel sinvivir, oh dios…

vitt

miércoles, 4 de febrero de 2009

No hay café

Me despierto, me levanto, me ducho, me visto, voy a la cocina. No hay café. Tomo el abrigo, me lo pongo, cojo las llaves, bajo, camino, entro, pido, me sirven, bebo, como algo, leo, pago y salgo. Ando, miro, veo, observo, escucho, me indigno, voy. Digo, me dicen, vuelvo a decir, me chillan, me pongo nervioso y chillo yo también. Me empujan, empujo, me insultan, me enojo, no insulto, me callo, me lo pienso. Esa guerra no va conmigo, mejor me voy. Sigo, estoy nervioso, me relajo, me rio por dentro, me siento bien. Paso por allí y miro mi estado. He cobrado. Continúo. Las veo, son preciosas, ––qué carai––las compro, me las llevo, entro, subo, busco. No hay jarrón. Uso un barreño. Me dispongo a trabajar, enciendo, no funciona. Me enfado con el vendedor, con el técnico, con todos los técnicos, con todo el mundo menos conmigo mismo. Respiro, las miro, sonrío, no pasa nada. Telefoneo, me atienden y resuelven: tiene usted que traerlo. Con buen humor, lo cojo, lo trajino, lo entrego, me mandan a tomar otro café, hago caso y al rato ya se lo han mirado, no se lo quedan y dicen: ha muerto. Es una tragedia, pero no lloro. No grito, pero por dentro me pasan muchos pensamientos que no contaré. Regreso a casa. Busco y encuentro dos cds: copias de seguridad. Salvado. Pienso qué hago con lo que me queda del día. Decido tomar un papel y un lápiz. Anoto: café, jarrón, ordenador nuevo.

Mònica Ramoneda Aiguadé

martes, 27 de enero de 2009

Memoria selectiva

Javier sospechaba que dentro de la cabeza tenía un recuerdo reprimido por su subconsciente, así que hizo todos los esfuerzos posibles (drogas, hipnosis, terapia) para recuperarlo. Curiosamente, cuando por fin logró recordar lo reprimido, hizo todos los esfuerzos posibles (drogas, hipnosis, terapia) para olvidarlo de nuevo.

Pepe

viernes, 23 de enero de 2009

Prohibido tener leones

Se convocó una reunión de vecinos para prohibir tener leones en las casas. Algunos replicaron que nadie tenía leones ni pensaban tenerlos, pero el presidente argumentó que en estos casos es mejor prevenir que curar, y que nunca se sabe. Aprobada la moción, se pidió luego una inspección casa por casa para verificar que, en efecto, no hubiera leones. Muchos alegaron su derecho a la intimidad, pero, por prudencia, se autorizaron las inspecciones. Esta tarde el presidente ha de venir a mi casa, y he de mostrarle todas las habitaciones, incluso la del fondo, justo hoy que no ha comido.

Jordi Cebrián

jueves, 22 de enero de 2009

Estereoptipos

Siempre hay algún chaval vigilando desde el tejado más alto, para avisar si se acerca algún coche de fuera. No es algo que suceda muy a menudo, pero no quieren que nadie sospeche nada. Cuando dan la voz de alarma, todos los hombres abandonan rápidamente sus quehaceres en la cocina y agarran una manguera, un cortacésped, un martillo. Las mujeres esconden las cervezas, las fichas de dominó, el diario deportivo. Entran en sus casas y en un santiamén ponen una lavadora, sacan una aguja de ganchillo, una revista del corazón. Son minutos incómodos para todos, que suspiran inquietos por volver a la normalidad. Pero es el único modo de asegurarse de que los dejan en paz.

María José Barrios

miércoles, 21 de enero de 2009

Silencio, por favor

"Caían como enormes gotas de lluvia, destrozando tejados, rompiendo cimientos y separando familias. Impactaban, explotaban. Los gritos de horror no llegaban ni al propio tímpano de quien los emitía. Y mucho menos, a oídos de quien la abrazaba, suave, pero firme, apretando el agónico rostro de la joven contra su pecho. En la mente de éste sólo podriamos escuchar "The Gallery", de Muse, en un tono demencial jamás imaginado y, mucho menos interpretado, por la propia banda. La abrazó con más fuerza, lloró, la besó... sonreía cuando el artefacto cayó a escasos metros, y sonreía mientras la explosión unía sus cuerpos en una aberración que desaparecería al momento."

Raúl Medialdea Ruiz

martes, 20 de enero de 2009

Juguemos

Me encanta cómo dice la palabra chocolate. Late, late, late cada vez con más fuerza, con cada paso que se acerca. Los botones reblandecen con su presencia, se funden entre los dedos de su mano mientras junto mis rodillas como medida de seguridad ¿Jugamos? Juguemos.

Me pongo contra la pared. Cierro los ojos. Apagas la luz. Yo cuento: Un, dos, tres (sé que tu mirada está en mi espalda, arqueada), cuatro, cinco, seis (sé que tu mano está apunto de tocar mi pelo), siete, ocho, nueve (ya siento tu respiración en el cuello) ¡Diez!. Te pillé. Escóndete, por favor, aquí dentro.